martes, 20 de mayo de 2008

Pinceladas de mi Juventud

Quizás sea la época de estudiante una de las más recordadas de nuestra vida. A la que se vuelve de vez en cuando con el pensamiento y es para dibujar casi siempre una sonrisa en nuestra cara al recordar las vivencias. Dicen que con la edad se puede volver a capas más profundas de nuestro cerebro, a las que antes no teníamos acceso y allí grabadas hay muchas vivencias, muchas aventuras. Entonces será ahora que desde la madurez, vuelvo a rememorar y a hilar mis recuerdos, mis aventuras.
Es en ese momento cuando más amistades cultivamos y donde tendremos nuestros amigos “de toda una vida”. Amigos que aunque hayamos compartido mucho en el pasado, ahora bien podrían pasar a nuestro lado y no saludarnos, y ser como auténticos desconocidos.
Son días en lo que todo nos marca, vicisitudes en los estudios, vivencias con los compañeros y mucho más. Nos estamos formando como adultos y casi no nos damos cuenta, ahí se afianzan nuestra personalidad y también nuestros miedos.
Dicen que con la edad se puede volver a capas más profundas de nuestro cerebro, a las que antes no teníamos acceso y allí grabadas hay muchas vivencias, muchas aventuras. Entonces será ahora que desde la madurez, vuelvo a rememorar y a hilar mis recuerdos, mis aventuras.
Entre ellos está como no, mi amigo “Camión”.
El típico amigo bonachón, que cae bien, y con quien se pasan ocurrentes historias
Camión Bonachón
Bonachón, deportista, bromista, buena gente, así era nuestro amigo “Camión”.
Cuando alguno de la promoción, se acuerda de esos años, debe sonreír al recuerdo de José Luís. Se ganó el apelativo de “Camión” pues era alto, grueso, y supongo, que se pensaba que si alguien se le cruzaba en su camino lo arrollaba.
Fue uno de mis mejores amigos del colegio, y pasamos con él muchas peripecias.
En el salón de clases, siendo bromista como era, no todos le podían decir su apelativo porque lo respetaban. “Camión” era sólo para los amigos. Con él y otro amigo, Ricardo, fuimos a un encuentro evangelista. A esos campamentos que duran de 2 a 3 días y que se dan para que los jóvenes se encuentren con Dios.
“Camión” se sentía un don Juan, y no había chica que se escapará de sus halagos; y a veces, llegaba a “sacrificarnos” con bromas sobre nosotros, con tal de sobresalir y ser admirado por las muchachas.
En si, a “Camión” y a todo el grupo nos interesaba más que el encuentro religioso, las chicas que iban. La primera tarde del campamento, nos encontrábamos aburridos por tanto rezo, y optamos por hacer una escapada. Fuimos a un pueblecito a tomar cerveza en un bar.

No sé como se enteró el Pastor y envió a un chico a llamarnos. Embriagados y asustados, corrimos al campamento, donde se estaba dando una ceremonia religiosa. Nos unimos a los cánticos y en un momento, el orador solicitó que saliesen a su encuentro aquellos que habían sido tocados por Jesucristo y que querían unirse a la congregación; el resto, llegado el momento de la petición, tenía que agachar la cabeza y cerrar los ojos. Sin embargo, nosotros mirábamos de reojo quienes eran “los tocados por Dios”; nos sorprendió y no podíamos soportar la risa: uno de los que estaba delante era el amigo “Camión”.
Luego le pedimos explicaciones en broma, y borracho como estaba, nos dijo que había “sentido algo raro” que le había obligado a salir. Pues nadie le creyó porque tenía fama de “figuretti”.
Al segundo día, “Camión” nos animó a salir al campo, fuera del campamento, y nos fuimos a explorar. A nuestro paso, los campesinos se metían en sus casas, y nosotros seguíamos admirando la belleza a nuestro alrededor. Habían naranjales y empezamos a recoger naranjas y al probarlas, saboreamos lo dulces y agradables que eran. Entonces, sé nos ocurrió llevarnos unas cuantas, envolviéndolas en nuestras casacas.
Volvimos al campamento y al entrar, nos estaban esperando los religiosos, ya que los campesinos les habían avisado. Nos quitaron todo y nos dijeron que habíamos estado robando a los campesinos.
En verdad nosotros no lo sentíamos así; teníamos la irresponsabilidad de los años jóvenes. Nos amenazaron que si nos encontraban en otra situación igual, nos retiraban del campamento.
Ese día, después de “nuestro encuentro con la naturaleza”, nuestro amigo “Camión” nos comentó que ya había logrado conversar con Laurita. Nos burlamos de él, porque para nosotros era imposible que ella le hiciera caso.
A propósito, Laurita era la hija del pastor. Una muchachita de 16 años, que apabullaba con su belleza y era capaz de quitar el habla. Su mirada era tímida, y obedecía a su padre en todo. A leguas se notaba que el Pastor estaba orgulloso de ella, su única hija.
Sin embargo, “Camión” nos dio una sorpresa, al decirnos que Laurita ya era su enamorada. ¿Qué artes había esgrimido nuestro amigo para conquistarla y en tan corto tiempo? Supongo yo, que su carácter bonachón, sus bromas, el creerse y ufanarse deportista, a pesar de su sobrepeso.
Terminó el encuentro religioso y también nuestras vacaciones, y de nuevo al colegio....era nuestro último semestre.
El amigo “Camión” siguió frecuentando la Iglesia Evangelista, y nosotros sabíamos que no era porque se estaba entregando a la “causa de Dios” sino por Laurita. Ya no era el mismo “Camión” de antes; se había convertido en un tipo centrado, se le habían acabado las bromas; él que era algo descuidado en su vestir, empezó a cambiar.
Cuatro meses después del encuentro religioso, nos contó lo que había pasado, Laurita estaba embarazada de 2 meses, y no sabían que hacer. Ella tenía miedo de la reacción de su padre, y “Camión” había conversado con su mamá, quien después de recriminarle y llorar le dijo que vaya a ver a su padre, que por lo menos ahora tenga en cuenta que tiene un hijo. Su padre, le dio una salida, que trabaje con él para mantener a la criatura que viene. Los padres de “Camión” estaban separados.
Era la comidilla del colegio lo que estaba ocurriendo con “Camión”.
Nos contó “Camión” que su padre llamó al Pastor y quedaron en reunirse. Supongo que el Pastor intuía que era por su hija, ya que sabía que estaba saliendo con José Luís, así lo conocía a “Camión” y ya ella había dejado de ser la chica obediente de otros tiempos.
Nos contó “Camión” que su papá y el fueron el día de la cita, a la casa del Pastor; quien estaba acompañado de Laurita.
Al conocer el motivo de la entrevista, el Pastor miró intensamente a “Camión”, quien sintió que el frío le recorría por su cuerpo; los ojos del Pastor brillaban, haciendo esfuerzos por no derramar una lágrima. Laurita, presente también, no se atrevía a mirar a su padre y sólo optaba por mirar a “Camión”, diciéndole con los ojos: “¿qué hemos hecho? “.
No obstante, el Pastor, recuperado ya del golpe, señaló que una criatura de Dios debe ser siempre bienvenida, y él como religioso no se podría oponer a los designios del Señor.
El acuerdo fue que se casasen a la usanza evangelista, y que vivieran bajo el amparo del Pastor. “Camión”, terminado el colegio iba a trabajar con su padre y al mismo tiempo, postular a las Fuerzas Policiales.
Terminamos la secundaria, y no supe más del famoso “Camión”.
Mi amigo, compañero de correrías, ya tenía otras responsabilidades.
Hace un par de años, lo vi en la calle. Estaba vestido de policía, era un sargento corpulento.
Nos alegramos de vernos. Me contó que tenía 2 hijos con Laurita. Que estaba por recibirse de Contador. Le pasaba lo que a todo policía peruano, lo que ganaba no le alcanzaba, por eso tenía que ocupar sus horas libres en otros trabajos. Nos reímos, recordando lo que habíamos pasado.
Pasada media hora, los grandes amigos del colegio, ya no tenían nada que contarse y optaron por despedirse. Nos comprometimos a encontrarnos, tomar un trago, pero ninguno de los dos, pidió un teléfono para llamarse. El tiempo nos había distanciado, sólo teníamos una parte del pasado en común.
Después de ese encuentro tuvimos otro; una vez más nos encontramos en la calle, nos miramos y los dos seguimos caminando como si no nos conociéramos.
¡Cosas de la vida!
El tiempo ha hecho que esta amistad sea un recuerdo grato pero que pertenece ya al pasado.
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